´La mente infantil pide conflicto y el cuento no traumatiza: prepara para la vida´
"No despreciemos nunca la inteligencia de los niños, la moraleja es innecesaria"
Autor de más de medio centenar de libros, Rodríguez Almodóvar
desarrolla una destacada labor de recuperación de los cuentos populares
españoles. Una de sus colecciones, reeditada desde 1985, ya ha alcanzado
los cinco millones de ejemplares. Ayer participó en unas jornadas
internacionales sobre Literatura Infantil y Juvenil y volvió a
reivindicar la importancia de un tipo de narración que ha sido
"esencial" para la humanidad durante siglos. -Usted
defiende los valores pedagógicos del cuento popular, pero en los últimos
tiempos surgen voces críticas por entender que transmiten estereotipos
sexistas o ser demasiado dramáticos para los niños. -No
estoy de acuerdo. Todo depende de la versión de la que estemos hablando.
Siempre trato de recuperar las orales porque son de verdad las que
encerraban más valores. Si a La Bella Durmiente le sacamos la
segunda parte queda en un cuento un poco tonto de una princesa condenada
a dormir que solo despierta por el beso de un príncipe azul. Pero
después ella tiene que salir adelante en medio de enormes dificultades
porque él se va a la guerra y debe hacerle frente a una suegra edípica
que devora a sus nietos. Dirá la gente que casi es peor (risas). Lo
cierto es que hay que partir de una base más sólida para analizar los
cuentos. Tienen un valor simbólico y de lo que se cuenta representan
otra cosa: el mal, el daño gratuito, la desprotección de los niños... El
contraste mental entre lo que el niño escucha y lo que vive es lo
realmente importante porque se siente protegido por su familia y
refuerza su posición en el mundo. Todo esto es un mecanismo simbólico de
la mente sobre el que se han hecho muchos estudios comparativos. -¿Se
otorga a los niños menos capacidad para diferenciar la vida real de la
ficticia por esa visión de lo políticamente correcto que hoy invade
todos los ámbitos? -Hansel y Gretel, que era muy conocido como Periquín y Periquina en
las tertulias hogareñas y campesinas españolas antes de que se rompiese
la cadena oral, transmite que alguna vez tendrás que abandonar el hogar
y más vale que sepas que la vida es un camino arduo y difícil. Pero
también que tú puedes hacerlo. Es un mensaje simbólico que hace que el
niño se prepare para la aventura de la vida y no crea que todo será un
camino de rosas. -Es uno de los problemas de la sociedad actual, los niños viven en una burbuja hasta adultos. -Y
entonces el encuentro con la vida es un encontronazo, un choque brutal.
Sentirse de pronto en el bosque de la vida sin tener absolutamente
ningún recurso para salir adelante es mucho peor que escuchar un cuento.
-¿Hay lugar para el cuento en un mundo digital como el de hoy? -Yo
creo que sí. El problema de las versiones digitales es que simplifican
demasiado las historias. La estructura narrativa debe incluir un
conflicto inicial importante, un desarrollo en forma de intriga y un
final coherente. Esto es lo que hace que una historia, además de darle
al niño una visión del mundo, le ayude a construir su estructura mental.
Lo más importante de los cuentos es que su estructura interna ayuda a
construir el andamiaje mental. Esto es lo esencial, incluso por encima
de los valores que tienen. Machado, uno de mis autores predilectos,
decía que lo importante es formar bien las entendederas. -De ahí la importancia de que los cuentos estén en casa y en el colegio. -Claro,
y que los maestros los cuenten con cariño porque el valor afectivo es
importantísimo para fijar bien la historia y que la mente se sienta
reconfortada. Lo políticamente correcto ha hecho estragos y ha obligado a
las editoriales a publicar cuentos mal construidos o bobadas, que de
esto hay mucho hoy. Tengo que hacer un elogio de los ilustradores
españoles porque hay gente verdaderamente extraordinaria, pero cuando
vas a la historia te preguntas cuándo va a pasar algo. No hay derecho.
La mente infantil está pidiendo otra cosa, ¡un conflicto! ¿Cómo que se
va a traumatizar? Es lo contrario. Sin un referente simbólico para que
entiendan por sí mismos que las dificultades están ahí, los niños
crecerán entre algodones y pensando que todo es muy fácil. La doctrina
no sirve con los niños, sirven los buenos cuentos contados para
estimular la comprensión del mundo en todo su rigor. -Ana María Matute, que le apodó como el tercer hermano Grimm, siempre reivindicó la calidad literaria de los cuentos. -Sí,
además de bien construido, el cuento es bello y hermoso añade un valor
importantísimo. El valor estético de la vida y de la vida literaria no
se aprende de un día para otro, es una construcción muy paciente hasta
que arraiga de verdad el deseo de una buena literatura. Y con historias
de tres al cuarto no pasa esto. La literatura infantil y juvenil a veces
carece de una crítica seria y también es triste que sea una asignatura
optativa en las escuelas de Magisterio. Debería ser una troncal a la que
se dedicase el año entero. -¿Los niños que hoy disfrutan con los cuentos son los lectores del futuro? -Claro.
O los no lectores, porque la afición a leer se desarrolla con buenas
historias. Antes había decenas de cuentos en las tertulias hogareñas y
cada familia tenía uno predilecto que ayudaba a construir el grupo. Me
han dado las gracias muchas veces por recuperar el cuento de su abuelo
que no encontraban por ninguna parte y, a continuación, me han dicho que
la historia no era así (risas). No despreciemos nunca la inteligencia
de los niños, por favor. Necesitan una buena estructuración mental y que
ellos mismos interpreten y deduzcan con el tiempo, no hay prisa. La
moraleja es innecesaria. Ana María Matute era gran enemiga de las
moralejas. Siempre decía que los niños no son tontos. Hay que contar el
cuento y ya está. Lo contrario es ofensivo y no valora realmente de lo
que el niño es capaz.
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