viernes, 19 de noviembre de 2010

Las alas de los cuentos de Ana María Matute


Ya está a la venta 'La puerta de la luna', un volumen donde se reúne la obra narrativa breve de la dama de las letras españolas

Ana María Matute dice cosas muy hermosas de los cuentos, del gran género chico transmisor de cultura y de belleza. El cuento. La gran dama de las letras españolas lo ha cultivado profusamente por eso lo puede, por eso lo sabe, calificar y le pone mil adjetivos que casan como un guante a la palabra, al concepto cuento. El cuento vagabundo, el cuento astuto, el cuento mágico. El cuento que se cuela entre las sábanas. El que nos visita de noche. El que sugiere más de lo que dice. El cuento. "He llegado a creer que solamente existen media docena de cuentos. Pero los cuentos son viajeros impenitentes. Las alas de los cuentos van más allá y más rápido de lo que lógicamente pueda creerse". ¿Ven cómo lo dice? Qué hermoso... Ana María Matute así lo explica, según la información que nos facilita la editorial Destino, para dar sentido a La puerta de la luna, un volumen que salió a la venta ayer y donde se reúne la narrativa breve de la escritora.

El desgarro y la crudeza de Los niños tontos (1956), en las que Matute clava sus pupilas donde nadie quiere mirar; la dureza de El tiempo (1957); su personalísima voz en Tres y un sueño (1961); los retazos de parte de su infancia diseminados en aquel imaginario pueblo de Logroño que recrea Mansilla en Historias de la Artámila (1961); el desolado tránsito de la adolescencia a la edad adulta en Algunos muchachos (1968); la precisión y sencillez de La virgen de Antioquía y otros relatos (1961, 1990)... Todas las piezas que componen cada uno de estos libros forman parte de esta compilación completada por los apuntes A la mitad del camino (1961) y El río (1963).

"Son los pueblos, las aldeas, los que reciben a los cuentos. Por la noche, suavemente, y en invierno. Son como el viento que se filtra, gimiendo, por las rendijas de las puertas. Que se cuela, hasta los huesos, con un estremecimiento sutil y hondo. Hay, incluso, ciertos cuentos que casi obligan a abrigarse más, a arrebujarse junto al fuego, con las manos escondidas y los ojos cerrados. Los pueblos, digo, los reciben de noche. Desde hace miles de años que llegan a través de las montañas, y duermen en las casas, en los rincones del granero, en el fuego. De paso, como peregrinos. Por eso son los viejos, desvelados y nostálgicos, quienes los cuentan". Así lo dice Ana María Matute. Para echar a volar.

19-11-10 Diario de Cádiz

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